El problema más grande que enfrentamos política y colectivamente como humanidad es la pornográfica falta de lectura que acusa una parte muy importante de quienes hipotéticamente “militan” por cambiar las cosas.
Así, tenemos cada vez más gente oponiéndose a acciones políticas con argumentos de plastilina, con serias dificultades para pensar críticamente la realidad o elaborar discursos propios con algo más de profundidad que un charco de escupitajos retóricos con faltas de ortografía hasta para expresarlos verbalmente.
Son quienes se enojan, como fanáticos, cuando se les hace un comentario constructivo o se les señala que el norte no es el sur. Son quienes, tras explicarles pacientemente, una, dos, cinco veces, hasta que te llevan a degradar las formas, te insultan. Son quienes te tratan de autoritario o fascista porque la seguridad que tenés respecto de lo que estás tratando de explicar para ellos es soberbia si no coincide con sus axiomas.
Son un peligro porque están dentro de movimientos con intereses y fines legítimos que muchas personas compartimos y por los que venimos peleando hace tiempo. En algunos casos, incluso desde antes de que muchas de estas personas hubieran nacido.
Y esto lo vemos en el “software libre”, en la “izquierda”, en el “ecologismo”, en el “feminismo”, en el “periodismo” y en un montón de ismos que riman con progresismo.
No se pueden entender muchas de las cosas que nos están pasando solo mirando videos en PeerTube o YouTube que duren 35 segundos. Hay que tomarse el trabajo de leer libros, de leer artículos completos, no resúmenes. Y buscar lecturas de autores que sepan, que tengan formación, no opinólogos. En serio. Sino es adoptar la postura del terraplanista.
El mayor “atractivo” de estas “redes sociales alternativas” era la posibilidad de construir espacios para expresar preocupaciones colectivas, para organizarnos más allá de las fronteras imaginarias que delimitan los distintos países en los que vivimos, para no reproducir la lógica de las plataformas privadas cuyos intereses no solo no son secretos sino que están a la vista de todo el mundo en las condiciones de uso que nadie lee.
Salir de X o Facebook para entrar al “fediverso” está bien, pero no cambia nada si es solo un gesto de protesta porque no nos gustan Elon o Mark. Por supuesto, no es necesario que tengamos las mismas expectativas, objetivos o perspectivas políticas sobre las razones para usar Mastodon en lugar de X, pero no califica de “acción política” si no hay un interés genuino de construir espacios y habitarlos sin reproducir las formas de vínculos que tanto se critican muchas veces. Es desalentador realmente.
Y, como todo lo humano, se puede cambiar. Y se puede cambiar haciendo algo tan simple como leer más. Claro, no leer cualquier boludez, leer libros, artículos, ensayos. Los beneficios colectivos de ello son verdaderamente transformadores. Nos da herramientas para elaborar ideas, para imaginar cosas y formas distintas, para no tener comisarios del pensamiento, para expresarnos mejor y más claramente, para organizarnos de maneras nuevas y más efectivas y no seguir proponiendo soluciones del siglo XX o anteriores a problemas del siglo XXI.
De verdad, no es tan complicado.